sábado, diciembre 29, 2007, rallada de belga_seg a las 12/29/2007 01:03:00 a. m.
- Doctor...
- Dígame señorita, ¿cómo está? ¿mantiene los síndromes tan extraños esos de los que me habló aquel día?
- Sí, pero eso no importa ahora... he venido a pedirle un favor...
- Pida, pida, estamos en Navidad. ¡Aprovéchese!
- Verá, quiero un desconector de mente...
- Demente está usted señorita, demente está usted... ¿Se puede saber qué es eso que me pide?
- Pues eso, un desconector de mente... Algo que consiga que los pensamientos se desenchufen del resto del cuerpo, algo que impida pensar, que bloquee cada neurona que conecta el dolor físico con el psicológico, algo que consiga que los grillos del cerebro se callen por las noches, algo que deje en off a la voz en off que todos tenemos escondidos dentro de la cabeza y que de la mañana a la noche...
- De la noche a la mañana...
- No, de la mañana a la noche, cuando se apagan las luces, cuando el silencio es lo único que se escucha y la maldita voz en off esa se convierte en el peor narrador en tercera persona de la historia de...
- Señorita, no siga por ese camino que no estamos llegando a ninguna parte... Sigo sin comprender lo que necesita... ¿una pastilla contra el insomnio?
- ¡No! No quiero pastillas, las pastillas no sirven de nada; las vomitaría al día siguiente, al instante incluso... quizás... Quiero algo que funcione de verdad, que pueda conectar y desconectar cuando él quiera. Y tengo que encontrarlo porque quiero que sea mi regalo de Reyes.
- Señorita, comprenderá que lo que me pide es casi tan imposible de encontrar como los síndromes esos raros de los que usted me habló... ¿quién le ha hablado de la existencia de este aparato?
- Nadie...
- ¿Nadie?... ¿entonces?
- Nadie, pero tiene que existir. Tiene que existir porque lo primero que me viene a la cabeza al pensar en él es en qué estará pensando él. Y me agobio. Me agobio al imaginar todo lo que se le puede pasar por la cabeza en un segundo. Me mareo si pienso que él puede estar ahora mismo tumbado en la cama, viendo pasar su vida alrededor, dando vueltas, girando a la velocidad de uno de esos columpios como el que había a la puerta de San Marcos, en el que después de un rato girando, sólo conseguías ver el color de la fachada de la iglesia... No quiero que él vea eso, no quiero. Y quiero otro para ella... lo suyo quizás sea incluso peor, como una mala borrachera de esas en las que hasta se llegan a ver visiones... no quiero que ella vea eso, no quiero.
- Pero señorita... no llore...
- No es justo... todavía no... Y estoy convencida de que tiene que haber un aparato que haga parar el columpio... que calme la borrachera... que dé tregua durante un rato... Me da igual si funciona a pilas; con el dinero que aún me queda de este verano tendría para pagarlas, las de los dos, hasta que dentro de seis meses consiga otro trabajo... ¿Qué dice? ¿Me ayuda a buscarlo? Seguro que usted conoce a alguien en el mundo de la medicina que haya inventado un desconector de mente... Seguro que sí... Dígame que sí...
- Me temo que una vez más no puedo ayudarle señorita... pero quizás dentro de unos años... si vuelve... seguirán apareciendo aparatos y más aparatos y aún no habremos encontrado la cura definitiva contra el cáncer... pero igual entonces encuentre un desconector de mente de esos que me pide...
- ¡No, no, no! será demasiado tarde... ¿ni siquiera le quedan cajas de respiraciones?


Canción de la semana: “Colegio vacío” (Fon Román)“Tengo la sensación de un colegio vacío, de un viaje de vuelta; nada me sabe a nada, mejor encerrarme en cajas... con todo lo que me equivoqué y lo que dejé detrás de mí, detrás de mí...”
 
lunes, diciembre 17, 2007, rallada de belga_seg a las 12/17/2007 01:21:00 p. m.
Hoy no te meto en la maleta; no me da la gana. Cabes más que nunca porque voy prácticamente sin nada, vacía de casi todo. Vacía hasta de vacío. Llevo ropa interior para que no me pillen en pelotas; que contigo, aunque no te des cuenta, ya me he desnudado suficiente y me sigo muriendo de frío. Me canso de este proceso de congelación continuo. Que me derritas de vez en cuando con cuatro palabras y una mirada está empezando a hartarme. A veces me pregunto hasta qué punto eres consciente de las cosas que suceden a metros de ti. Supongo que a miles de kilómetros de ahí serás menos consciente aún… por eso pienso hacerme la sueca. No me grites en silencio, voy a hacer todo lo posible por no escucharte.
Llevo dos cartones de vino y una botella de Lambrusco (creo que también es vino). No, a estas alturas aún no me he dado a la bebida, ni pienso hacerlo por ti. También me hago la sueca ante la llamada del alcohol. “Las penas no se ahogan, saben nadar” (Tiza). Apréndetelo, por si un día desaparezco de tu vida de repente, cansada de que en el espacio que dejas cada vez que nos despedimos, el frío haga que hasta la cabeza me duela, me duela, me duela… que me duela hasta tal punto que prefiera el frío del norte al invierno que me encuentro al darme la media vuelta mientras te alejas con compañía en soledad. Si ese día desaparezco, será porque habré conseguido hacerme la sueca de verdad. Ese día no me busques; será demasiado tarde. Yo ya hablaré un idioma que tú habrás dejado de entender.
Llevo dos gorros para cubrirme las ideas. Para que el frío se quede donde tiene que quedarse. Y si llama, si intenta enredarse en mi pelo, me seguiré haciendo la sueca. Una sueca de pelo oscuro pero sin frío en la cabeza, sin ideas congeladas. Voy a saber cómo hacerme la sueca y cómo saber evitarte, aunque sea esta semana.
Tengo algo para ti. Te lo daré cuando vuelva. Hasta entonces, no me grites en silencio, voy a hacer todo lo posible por no escucharte. Voy a hacerme la sueca. Mi viaje empieza en una Terminal de aeropuerto. El tuyo se queda aquí. Échame de menos.


Disco de la semana: “Castigado en el cielo” (Luis Ramiro)
Canción: Perfecta… “Como tu boca tapando el frío, perfecta como una madre besando a un hijo. Eres perfecta y aún así no te das cuenta, perfecta, perfecta, perfecta, como el sol, como la tierra…”
 
martes, diciembre 04, 2007, rallada de belga_seg a las 12/04/2007 12:35:00 a. m.
Es un diciembre extraño; aún no ha nevado y no hace tanto frío como para necesitar que me abraces, y aproveches para retenerme en el sofá mientras ves una de esas películas aburridas y oscuras que ponen en la tele después de comer. No hace tanto frío como para que me cojas las dos manos, calentándome la que tengo helada y recogiendo el calor de la otra con la palma de la tuya. Ya sabes que yo soy tan inexplicable que nunca tengo las dos igual de calientes... ni igual de frías. Hoy no te llamo porque aunque me he dado cuenta hace cinco segundos de que no hemos hablado, no tengo nada que contarte. Además, me apetece escribirte, aunque como siempre que lo hago se me escapen las palabras, huyan, y al final la única que se quede es “gracias”.; pero es tan pequeñita... Nunca me has explicado cómo cabe en una palabra de siete letras un significado tan y tan grande, tan sólo equiparable a toda una vida. No, ahora no te hagas la lista, que seguro que no lo sabes. Eres la única persona en el mundo con la que siempre las palabras escritas, mi mejor vía de escape, se ríen de mí.
Ayer decidí que hoy tenía que escribirte. Estuvimos hablando de ti; bueno, de ti no, porque yo, como siempre, casi no abrí la boca. Estuvimos hablando de otras como tú; bueno como tú, como tú... tampoco. Como tú no hay ninguna, ya te lo dijo el enano una vez. Estuvimos hablando, y yo no dejé de pensar en ti. Me sentí la persona más orgullosa del mundo. Me gusta que seas así, que siempre hayas confiado en cada una de mis palabras y apoyado cada una de mis decisiones, aunque no estuvieses del todo de acuerdo con ellas. Me gusta que aunque nunca hayas sido, ni serás, mi mejor amiga, porque nunca te dejaré serlo, me creas cuando te cuento cualquier cosa. Me gusta que no te quejes ni me preguntes, o que lo hagas solo cada tres meses y porque ya no aguantas más, por lo que no te cuento... Me gusta que insistas una vez y que siempre acabes aceptando un silencio como respuesta. Me gusta saber que no tengo la necesidad de mentirte cuando me voy de viaje, cuando me quedo a dormir en casa de algún amigo, o cuando en mi vida aparece algo o alguien que no estaba previsto. Me encanta que siempre hayas confiado en mi criterio para elegir a la familia que tú no me diste, a mis amigos, y que hayas llegado a querer a algunos tanto o más de lo que los quiero yo. Me gusta saber, porque estas cosas se saben, no se creen, que haga lo que haga siempre vas a estar ahí, siempre.
Nadie sabe abrazarme como tú y nunca nadie ha sabido ni sabrá decirme al oído lo orgullosa que está de mí como me lo dijiste un día en la cocina. Probablemente no te acuerdes, pero a mí no se me olvidará nunca; y no, no era ningún día especial, no hacía la comunión, ni la confirmación, ni era mi primer concierto, ni mi primer día fuera de casa. Posiblemente fuese viernes, o sábado, ni siquiera era un domingo de esos en los que me voy algo triste y te dejo triste, deseando que vuelva a ser viernes para verte otra vez... aunque la nostalgia se me pase al cabo de dos horas y me encante estar en Madrid de nuevo. Era un día cualquiera, como hoy; un día de diciembre que se disfraza de primer domingo de mayo... otro día de la madre más.
Felicidades (para mí).


Canción de la semana: Dúplex (Miguel Domingo)
“Pierdes otra partida y no me importa. Siempre destacas entre la gente, entre la gente. Por eliminación eres quince mil nudos en mi mirada, por eliminación eres de las poquitas no eliminadas... y ¿dónde está? Y ¿dónde está la línea que separa las definiciones?...”