jueves, agosto 21, 2008, rallada de belga_seg a las 8/21/2008 01:06:00 a. m.
"Se dio cuenta de que la vuelta era realmente la ida en más de un sentido" (Rayuela, cap.40)



Yo vine aquí para hacer algo grande. Estoy convencida. Lo grande no es siempre lo más grande; a veces puede ser lo más pequeño, siempre que te haga sentir enorme por dentro. Que sientas que ya no te cabe más. Y no sólo en el pecho; puede que no te quepa nada en el pie, en la rótula de la rodilla, en las líneas más gordas de la mano derecha o en los lunares más grandes del brazo izquierdo, en el hueco que atrapan las costillas, en la punta de la nariz... Hacer algo grande es, por ponerte un ejemplo, quererte como te quiero. Sí, así de mal, pero así, con tanta inmensidad e intensidad. Quererte de esa forma que nadie entiende o entendería. Ni siquiera yo. Ni mucho menos tú, que supongo que sigues pensando que te quiero mal y que, sin embargo, no dejas de hacer eso que haces y que consigue que quererte bien, o como tú quieres que te quiera, sea imposible. Hacer algo grande es verte. Verte, sí. Verte es hincharme los pulmones, cambiar la pila, cargar la batería, llenar el depósito de gasolina... Lo único que no me cuadra de todo esto es que dicen que cuando una hace algo grande, se siente satisfecha. Y yo, cuando te veo, suelo acabar queriendo más, por lo que dudo si eres grande o eres... eres... no sé... ¿qué eres?... Shhh! Sigue sin desvelar el truco.
Yo vine aquí para hacer algo grande. Y sigo estando convencida. Y sigo pensando que lo grande no es siempre lo más grande; o al menos, no lo que parece más grande. Tú lo sabes bien. ¿qué tamaño tenían aquellos guisantes que nos comíamos cada noche con los ojos? Una o dos páginas. Cinco como mucho. Y sin embargo, son lo más grande que ha aplastado mi mirada. Y yo quiero que dentro de un tiempo, en algún lugar, a alguna hora de la noche, o del día, incluso de la bostezadora tarde, alguien pase sus pupilas como una apisonadora sobre mis letras y se sienta grande; incluso si están escritas a cuerpo 9 Times New Roman. Eso será grande. Eso será haber hecho algo grande. ¿Lo entiendes? Por eso no puedo dejar que nadie me siente en una silla a esperar cómo otros intentan hacerse grandes. Porque soy yo la que vino aquí para hacer algo grande. Yo. Yo. Yo.
Yo vine aquí para hacer algo grande. Y lo sé. Y creo que no hay mejor manera de hacer algo grande que olvidándome de lo aparentemente grande. Como dijo aquel pequeño gran hombre llegado desde el planeta Asteroide B612, lo esencial es invisible a los ojos. Y yo ahora no veo nada. Nada de nada. Así que lo esencial tiene que aparecer; es cuestión de segundos, de minutos, de horas de días. Estoy convencida. El amor también es ciego y queriéndote (sí, así de mal, pero así, con tanta inmensidad e intensidad) consigo algo grande cada vez que te veo. Y eso solo puede ser una buena señal. Igual que la de los guisantes. Yo vine aquí para hacer algo grande. Y no hablo de dimensiones, hablo de sensaciones. Y lo pienso conseguir.


Canción de la semana: Please forgive me (Bryan Adams)“So if I love you a little more than I should... please forgive me I know not what I do, please forgive me, I can’t stop loving you...”
 
martes, agosto 12, 2008, rallada de belga_seg a las 8/12/2008 09:19:00 p. m.
Supongo, es cruzar la vía del metro con la mirada, llegar hasta la alfombra metálica que anuncia el principio de la escalera mecánica, que es el punto más lejano que alcanzan unos ojos, tanto si están abiertos como si están semicerrados por el cansancio como los míos, y comprobar que no hay nadie. Que nada se mueve. Nada, excepto los minutos que se van descontando en la estática pantalla que cuelga del techo. Minutos eternos, porque los domingos, en el metro, los minutos son mucho más largos. Los segundos, como siempre, no parecen existir bajo tierra... Las personas tampoco.
Tiene que ser entrar en el vagón y no alegrarse por que haya muchos asientos seguidos libres. Sentarte, dejar el bolso en el sitio de al lado, quitarle el plástico a una de las dos películas iguales que has comprado, quitarle el precio a la otra y esperar otra de las casualidades de nuestras vidas para decir de nuevo esa frase que te has aprendido de memoria: “tengo una cosa para ti”. Salir al andén sin empujar a nadie en el intento. Subir cada peldaño como si fuese medio. Con prisa. Con la intención de llegar lo antes posible al último, y no porque haya nadie esperándote para besarte en la boca, sino porque una vez fuera, solo te queda entrar en casa y poner punto y final a otro día de un verano invernal, casi infernal. Ver con impotencia cómo los cubos de la basura en la calle ya están vacíos y ser consciente de que el tuyo sigue lleno. Comprobar cómo se te ha hecho tarde para bajarla una noche más. Meter la llave del portal, abrir, y tener que subir y bajar el brazo derecho para que el sensor de la luz reconozca tu pequeño cuerpo antes de que te choques contra la pared. Tiene que ser haber perdido tres kilos en un mes.
Seguro que es llegar a la puerta de casa y tener que dar dos vueltas a la llave. Tener encendidas dos de las doce bombillas que cuelgan del techo del piso. Andar desnuda por la casa. No saber cómo se utiliza el lavavajillas y haber gastado media botella de Mistol en un mes. Tener restos de queso en uno solo de los dos compartimentos de la sandwichera. Utilizar una única sartén. Una única taza. Cambiar de cuchillo, tenedor y plato a propósito. Haber aprendido a freír un huevo y haber conseguido que las tortillas no parezcan revueltos. Abrir la nevera y que los tomates que compraste hace tres días ya empiecen a dar síntomas de padecer varicela. Que los pepinos estén envueltos en algodón y la mitad de la pizza que no cenaste hace dos días esté tan dura como la leña del horno donde la cocieron antes de envolvértela en plástico. Beber a morro de la botella. No tener más de dos cartones de leche y comprobar que con las migas del pan de molde se puede jugar a las trincheras, pero no a las figuras de plastilina. Escribir mensajes cargados de preguntas y pocas veces recibir alguno esperando una respuesta. No mirar el buzón de voz del teléfono.
Es amanecer en diagonal sobre una cama de matrimonio.


Disco de la semana: Personas (El Canto del Loco)
Canción: “Gigante”... “Sé que eres el gigante que amo, la persona que me ha dado tan al centro de mi ser y me ha reinventado de cosas que no había probado...”
 
domingo, agosto 03, 2008, rallada de belga_seg a las 8/03/2008 12:53:00 a. m.

Siempre me ha dado miedo asomarme desde este balcón. Así, como está, un poco inclinado, asusta. Desde aquí la calle Alcalá se ve mucho más larga de lo que es. Y eso que es inmensa. Siempre he pensado que me podría caer al vacío y… al final, fíjate… ha sido el vacío el que ha caído sobre mí desde el piso más alto del mundo, que supongo que es el cielo. Ahora lo que me da miedo es abrir la puerta y asomarme a la casa. Verla sin ti. Es horrible. Mucho peor que tu cuadro de Sor Juana Inés de la Cruz, que como verás, ni siquiera he propuesto venderlo, regalarlo, dejarlo en cualquier sitio lejos de aquí, como siempre te decía que haría en cuanto te marchases.
No estoy preparada para que se lleven nada tuyo… Y eso que te veo en todas partes. Sería incapaz, no de olvidarte, sino de dejar de recordarte. Podrían robar el cuadro y te seguiría viendo cada día que como sola, que son todos los que no libro, trayendo la bandeja y diciendo “te he hecho unas patatitas”. Dios. Esa frase juega al frontón en mi cabeza. Va y viene, y va, y vuelve, y le intento dar un revés pero siempre regresa. Creo que es algo así como un “te quiero”. Porque yo creo que nunca me lo dijiste, pero siempre me lo demostraste. Y la frase de las patatitas me mata. A veces se turna con tus “jau!”, tus “caray! No es justo!” o tus “demonio!”. ¡Demonio! Eso digo yo…
Te veo en mi casa, sentada en una de las sillas amarillas del salón, con las piernas un poco abiertas para que descansen, apoyando el codo derecho sobre la mesa mientras sujetas tu cabeza tan bien peinada y gritas “Víctor, vámonos”, y a la vez recuerdas que no me has dado la propina. Y entonces me susurras, para que no se enteren mis hermanos, “ven que te doy la propineja”. Y empiezas a sacar monedas de tu monedero donde guardas las monedas que son sólo para mí, porque soy tu ahijada, y empiezas a contar. “uno, dos, tres…” así hasta diez. Y te doy las gracias y me acerco para besarte en la mejilla… Y beso al aire. Porque no estás. Recuerdo que solo me quedan recuerdos. Y empiezo a llorar. Y así más o menos cada día desde que te has ido.
Pero lo peor no es eso. Lo peor es cuando hablan de ti en pasado. No me acostumbro y me entran ganas de vomitar; supongo que se me indigesta todo el futuro que tenía digerido contigo… Todos esos días en los que iba a ser yo quien pasease contigo por la Fuencisla o quien te llevase en coche hasta Alicante para invitarte a comer en las calitas de Santa Pola, incluso todo lo que te iba a contar y que solo te contaría a ti porque sabía que no había mejor confidente en la familia. Y se me revuelve la tripa solo de pensar que ya es imposible. A veces, te pareceré absurda, pero intento dar con alguna manera de rebobinar, de pulsar algún botón y volver a aquella tarde en la que me fui de casa. Y volver una hora antes y llevarte al hospital una hora antes. Y ganar sesenta minutos que quizás hubiesen arreglado una vida entera. La tuya… o la mía, porque ahora dime… ¿cómo relleno el hueco de todo el tiempo que tenía reservado para ti?


Disco de la semana: Personal (Quique González)
Canción: Fito… “Ya vendrán noches más frías si no vuelves a entrar, ya vendrán a la guarida de la soledad.Ya vendrán noches mas frías si no vuelves a entrar, ya vendrán y me tendré que acostumbrar...”