Es preciosa… se nota que ha vivido poco pero con intensidad. No sé cómo hacerlo para que se vaya acostumbrando a su nueva casa… Tengo miedo de que rompa a llorar y yo sea incapaz de calmar su llanto con melodías. Las nanas que le han ido poniendo música a lo que un día sólo fue una caja son demasiado buenas, y ahora quedan demasiado lejos... Dormida es tan bonita que da apuro despertarla, pero supongo que tendré que hacerlo pronto, no sea que se me escapen segundos de vida y ni siquiera ella, mi nueva amiga, los recoja.
Aún tengo los ojos llorosos desde que esta tarde me he subido al metro con ella entre mis brazos. Ha sido uno de esos momentos en los que una contradicción de sentimientos te invade de los pies a la cabeza, y hace que el corazón te lata más rápido, la saliva se quede atascada en la garganta, las manos suden y tiemblen, las pupilas se escondan tras pequeños cristales, y la boca y la mente solo conozcan una palabra; “gracias”. Por un lado me sentía la persona más afortunada y feliz del mundo, y por otra parte me miraba en el reflejo del cristal y sólo veía la figura perfectamente perfilada de la mayor ladrona de historias del universo. Me habían regalado una joya, y sin embargo sentía que no me pertenecía, que esa mano que la sujetaba fuerte para que no se cayese con el vaivén del vagón, siempre sería mordida por un punteo desubicado por la nostalgia.
No he parado de pensar durante todo el trayecto en quien ha sido el dueño de esta joya hasta hoy. Mientras miraba por la ventana del autobús iba buscando una forma de pagar mi deuda; sea cual sea la manera de devolver esto, sé que tiene que estar en la inmensidad… quizás por eso he ubicado mi mirada en el infinito, más allá de los picos de la sierra madrileña… De vez en cuando me da por pensar que la mayoría de las veces doy más de lo que recibo, pero detalles como el de quien me ha entregado la mitad de su vida hoy, hacen que me avergüence de mis propios pensamientos, mientras tiendo sobre una mano dos folios de una crónica mal escrita y tres billetes sin valor alguno.
Mi nueva amiga ya ha dado un paseo por su nueva ciudad; no sé si las luces naranjas le gustarán, si pasar por debajo de un Acueducto iluminado le ha hecho recuperar parte de la magia que ha perdido en la despedida, si bajar la vía Roma le ha recordado que está en algún lugar del mundo donde las calles no terminan en strasse… Hemos pasado por el parque del primer beso, y para romper el hielo y el silencio le he susurrado; “puedes alegrarte, los acordes para la primera vez ya los encontró otra… a la pobre la desesperé porque su melodía no le llegaba ni a la suela del zapato a mi historia…” No ha sonreído, así que me he callado hasta que hemos llegado a la esquina donde empieza la cuesta de subida a mi casa. Llegar hasta arriba me ha costado… las historias encerradas en esa caja pesaban tanto que he tenido que parar dos veces a mitad del camino… No me merezco algo tan grande…
Canción: “Borracho Melancólico” (Agustín Amigó)…. “Y así voy yo, borracho melancólico, guitarrista lunático, poeta, pobre hombre en sueños…”