Vierto la mirada sobre el café, que me recuerda que todo se ve más oscuro en estas fechas… Oigo de fondo un telediario y llego a llorar hasta por la muerte de Rocío Jurado… “lo que te faltaba, ¿y tú quieres ser periodista?¿Alguna vez te ha gustado esa señora?... No, pero me da pena. También lloré cuando murió Jesús Gil…”. La cafeína no se ha estudiado su lección y me obliga a ponerle un cero tan redondo como mi boca al bostezar delante del primer folio de apuntes. Ya sólo me quedan catorce horas de las que, como siempre, terminaré aprovechando cuatro. Mierda, se me ha olvidado hasta restar; menos mal que sigo siendo de letras.
A los segundos solo les faltan dorsales para parecerse a Carl Lewis, y yo aún sigo, cual tortuga, rozando la línea de salida. “Así no vamos a llegar a ninguna parte”. “¡Joder! ¿¡Quieres concentrarte!?”. “Necesito alguien que me abrace por la espalda y me quite la ansiedad de encima”. Creo que es lo único que necesito. Me vuelvo disléxica con las fechas, y el único tratado que recuerdo es el que firmé conmigo misma en febrero. Ese que ratifico al menos dos veces al año y que siempre acaba caducando antes de tener mi nombre estampado… Lo he vuelto a hacer; he vuelto a dejar todo para el último momento y la crisis de la silla vacía ya no me entra (con perdón) ni por el culo, que parece pegado con superglue a la tela azul. Al menos tiene ruedas y aún puedo moverme, aunque no sea por mi propio pie.
Son las ocho de la tarde y todavía hay sol y niños jugando en la piscina que está justo en frente de mi ventana. Tengo lagunas en los apuntes, frases que se intercalan con espacios abiertos a la imaginación, pero por suerte o por desgracia no puedo inventar la integración de Europa. Probablemente si pudiese hacerlo, quizás en estos momentos, o quizás en otros, la frontera entre España y Bélgica no estaría tan lejos… y habría amaneceres en los que me despertaría con el olor de la lluvia, que en época de exámenes siempre fue mejor recibido que el sol. Ceno sin apetito y a contrarreloj. “Tengo que terminarme el tema como sea”.
Llegan las doce; doy la vuelta a los folios y les pongo a dormir. Mañana será otro día (desaprovechado en gran proporción, supongo, como siempre). Recojo lo que se ha ido acumulando sobre el edredón mientras otra canción me recuerda que mi seguridad se quebranta al borde de una cama sin mitad…
Con Dios me acuesto, con Dios me levanto…
Canción de la semana: “Un cigarro por la noche” (Tiza)… “Y es entonces que a oscuras me faltas, mi seguridad se quebranta al borde de una cama sin mitad… creo que te debo unas cuantas cicatrices abiertas para ir cerrándolas detrás…”