Ven, acércate. Sí, sé que nos separan cientos de kilómetros, pero necesito que me sientas cerca; así que colócate aquí, donde pueda ver que dejas que te toque el alma. Perfecto, así es. Espera. Voy a por una excavadora de esas que aún guarda mi hermano en el cajón de los juguetes viejos. No te vayas, será sólo un segundo… Ahora te diré para qué la quiero…
Ya está. No he estudiado medicina, me marea la sangre, y cada vez que alguien habla de una enfermedad es como si me diesen martillazos en las caderas y me rotulasen las rótulas con un punzón; Todo lo que conozco de un quirófano es el verde esperanza con el que visten los médicos y enfermeras, y entiendo que de eso, a ti, ahora mismo no te quede ni un poquito. Así que tranquilo, no utilizaré la excavadora a modo de bisturí para hacerte un arreglo en el corazón y pararle momentáneamente el motor de los sentimientos. No quiero que dejes de sentir lo que sientes; ni yo, ni tú, ni ella… escapar no es la solución. No te pongas nervioso, la operación será fácil… que en ¿qué consiste? Es cierto, perdona… lo había olvidado. Dame un momento…
Aquí está; el manual de mentalidades… dieciséis años… dieciséis años… vaya, según esto a un chico de tu edad se le podrían sacar sólo dos o tres kilos de fuerzas en momentos como estos… pero esto no puede estar bien; digamos que “te conozco” y sé que tú tienes ahí guardadas al menos la mitad de tu peso. Veamos… esto va a ser complicado… A pesar de tu edad eres demasiado grande en todos los sentidos… No me van a caber todas en un cubo... No, no me ayudes a buscar otro. Tú quédate ahí. No te muevas. No tienes por qué dejar de llorar; hay sequía en el mundo, tus lágrimas servirán de energía renovable... Ya está, todo preparado para la operación.
Te advierto que te dolerá al principio, pero verás como luego tendrás aquí varios cubos de fuerzas para recuperarte, aunque sea un poquito… Bien, ya me callo y procedo a la excavación: momentos en el parque cuando eras pequeño; sonrisas mientras te metía desesperadamente una cuchara de puré en la boca; historias de cuando tenía tu edad; paseos contigo, metros por delante, enfadado sin razón; paseos de su mano; cuentos a media noche; palabras en el justo momento; disculpas que sólo ella era capaz de encontrar cuando hacías algo mal; programas de televisión absurdos, entretenidos o interesantes compartidos en el sofá del cuarto de estar; su sabiduría convertida en tu inteligencia; sus consejos cosidos a tu madurez; gestos, gestos y más gestos de cariño que son perennes y que sólo tu conoces… podría seguir, pero creo que si te dejo la excavadora en tus manos sabrás utilizarla correctamente… Así que, aquí la tienes; recuerda, si necesitas un empujón me das un silbidito.
Sé que vas a salir adelante… me tienes siempre y en cualquier momento, lo más lejos a tu lado… te lo iba a decir en llanito, pero soy incapaz… te quiero.
Canción del día: “El hombre del frío” (Tiza)… “dejó la inmensidad, el silencio en un lugar que él visita todavía con una rosa cada día (…) medio paso detrás de él, ya solo quedaba mucho, mucho frío…”