Mentira. Sé que no podré; me he vuelto adicta a este juego y sé que necesitaré más, que me falles más letras, que no aciertes ni una, que no te enteres de nada, y que si lo haces, calles las que abrirían la puerta, las que me liberarían de esta soga al cuello en la que se ha convertido decirte sin decirte, hablarte sin que me entiendas. Que me ahorques una y otra vez. Que reviva en este sin vivir. Este juego es una droga que deroga todas y cada una de las leyes que regían mi vida. Me hago de rogar en mi derrota. Y si no dices lo que quiero, vuelvo a empezar… que de vez en cuando se te ocurre algo parecido.
Hoy te daré una pista… o varias. Se nota, se siente cada vez que estamos cerca. No habla y lo dice todo. Nunca la sentí de esta manera. Ni siquiera sé muy bien si antes estuvo presente. Te lee la mente y me susurra lo que piensas… no siempre… me lee la mente y te susurra lo que pienso… no miente. Es una mirada que, incluso ciega, lo ve todo. Es el instante que el instinto nos reserva. Es el son que no busca a su risa porque sabe donde encontrarla… es la palabra que se pronuncia en un mismo segundo en dos bocas diferentes.
Tienes un último intento para adivinarla… si fallas, ahorcada. Si aciertas, puede que también ahorcada. Este juego se ha convertido en una droga… preparo la siguiente raya.
Canción de la semana: “Sweet illusions” (Ryan Adams)
“And I can feel the sweet illusion, coming, sweet confusion, honey; sweet illusion coming down, and I ain't got nothing but love for you now…”