Me gusta coger el 202 para bajar a Gran Vía; es tan capicúa que donde me subo, me bajo a la vuelta. Me divierte perderme por Madrid cuando tengo tiempo. Es fácil; elijo a una persona, sigo su camino, y cuando llega a su destino, doy media vuelta y busco la parada del doscientos dos.
En Segovia los autobuses hasta hace unos años fueron verdes; verde del color en que subrayo, sobre los apuntes, las palabras que no entiendo. Verde inexplicable, o verde esperanza, como dice mi madre.
Ayer tuve media hora libre. En el trayecto descubrí unas zapatillas verde inexplicable. Levanté la vista, y observé cómo esos pies llevaban a una chica atractiva pero desarreglada, con un escote explosivo pero sin dinamita dentro, y un bolso que le tapaba más que su minifalda. Seguí sus pasos.
Bajamos en la parada que está enfrente de la Casa del Libro. Caminamos con los ojos apuntando al suelo hasta que llegamos al MC Donalds, y torcimos a la derecha. Mientras sus pies paraban en una esquina, me di cuenta del porqué del color de sus zapatillas, la miré sin entender nada, y comprendí que, quizás, en Madrid no todos pueden perderse fácilmente.
Disco de la semana: Salitre (Quique González)
Canción: De haberlo sabido….. “Peor que el olvido fue frenar las ganas de verte otra vez, peor que el olvido fue volverte a ver”
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