Y una vez más te sigo escribiendo. Te escribo a gritos de esperanza. Te juro que hago intentos por cambiar el monólogo, por sintonizar otro soliloquio que no seas tú, pero al final siempre me ganas. Me ganas y lo peor es que no pierdo, o no me doy por perdida. Ahí sigo, con la mirada medio escondida cada vez que nos vemos, con la rabia disimulada cuando hago que entiendo y no entiendo nada, con las lágrimas haciendo cola en las esquinas de mis ojos cada vez que nos despedimos de esa manera tan extraña en la que siempre nos despedimos cuando nos despedimos.
Lo sé; soy una cobarde. Podría terminar con todo esto en cualquier conversación a solas… decirte que puedo desaparecer de tu vida para no incomodarte, para no complicártela, para no terminar haciéndonos daño y haciendo daño al mundo, que supongo que, al final, las cosas que no ocurren y que deberían ocurrir tienen ese mismo maldito motivo. Sería algo complicado, pero podría intentarlo. Al fin y al cabo, antes de conocernos no nos conocíamos, ¿no? Tendría dos opciones; regresar a mi vida “antes de” o simplemente hacer otra vida en la que no tuviese que cruzarme contigo… y no sé qué sería más difícil. Bueno, sí lo sé, la despedida.
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El jueves, a primera hora de la mañana me repetí este monólogo desesperado que hoy escribo a primerísima hora de la madrugada del lunes y que cada día me empeño en cantarme. Todos los días la misma canción. Me lo repetí frente a unas piedras que llevan aguantando más de dos mil años el peso del mundo… Sé que no es la primera vez que lo escribo, pero me encanta llegar hasta el final de las escaleras, alargar el brazo rozando la plaza del Azoguejo, y darme cuenta de que, desde ahí, si apretase la mano con todas mis fuerzas, podría llevarme por delante a cualquiera que intentase hacerme daño; incluso a cualquier coche que hiciese esfuerzos por atropellarme. Es el único lugar del mundo desde el que me siento mucho más grande que él… y eso me da la suficiente esperanza como para seguir escribiéndote a gritos, seguir hablándote a gritos… aunque sea en silencio. Respóndeme algún día…
Canción de la semana: “Imaginarte” (Lantana)
“Y me peleo porque dicen que el que algo quiere algo le cuesta y ese fantasma no me deja, y yo me canso de luchar”
Etiquetas: Canción desesperada