No sé qué decirte. No sé si te veo bien o te veo mal… No quiero decir si te veo bien o te veo mal; me basta con verte. Sólo quiero seguir viéndote. No me gusta preguntarte qué tal estás. Lloro por dentro si te lo pregunto, y por fuera si después de preguntártelo te miro a los ojos. ¡Joder!, es que no me puedo creer que tengamos que repetirnos otra vez el maldito “vamos a salir de ésta”.“Ésta” ya son demasiadas y que yo sepa sigue escrito en singular. Y tú no me mires contándome lo que ya sé, diciéndome que él otra vez está mal, que otra vez nos toca rezar para que todo salga bien. Que no, que no me lo repitas, que no me pongas esa cara, que si él es fuerte a ti te toca serlo más. Y no sería justo que tú y yo nos pusiésemos a llorar aprovechando que ha ido un momento a cambiarse. Vamos a salir de ésta. Otra vez.
PUERTA AZUL:
No pienso llamarte. Me muero de ganas por escuchar tu voz, pero no pienso llamarte. No lo hago normalmente y mucho menos pienso hacerlo ahora. No, no es por orgullo, no es por saber si tú también te mueres de ganas por escuchar la mía, no es por esperar tu llamada. Es porque no quiero molestar; me da la sensación de que ya te molesto demasiado, de que llevo un tiempo haciéndolo… pero me puedes… lo siento; me puedes, me superas, me rompes esquemas, me borras principios, me adelantas finales. Es imposible olvidarme, y sin embargo me pregunto cuál es la probabilidad de que te estés acordando de mí; no es lo mismo, no quiero engañarme. Te echo de menos. Si te escribiese un mensaje cada vez que pienso en ti me arruinaría económicamente… y aunque lo preferiría, al final opto por arruinarme anímicamente y te escribo para que pienses que lo hago por cumplir, cuando en realidad me sobran las cuentas que llevan al resultado de “el momento ideal”. Y el tiempo pasa lentamente…
PUERTA AMARILLA:
No quiero vivir aquí. Estoy harta. No me gusta este lugar, cada día me gusta menos, y ahora que te vas a ir, prefiero no imaginar lo vacío que se va a quedar. Quiero tus besos de buenas noches (y los de buenos días, buenas tardes y “dame un beso” en general), quiero tus caritas de “en la vida he roto un plato”, quiero que me abraces por detrás, quiero las palabras que eres incapaz de pronunciar cuando te emborrachas, quiero hasta que sigas llamando a mi puerta un martes a las 6 de la mañana para darme pan, quiero hasta que me cojas la mano y te acaricies la cara diciéndome “quiero mimos”, quiero, si hace falta, hasta que me pongas una canción de Camela. Quiero que no te vayas, aunque me alegro de que puedas irte. Este sitio se va a hacer aún más odioso sin ti. Quiero que sepas que te quiero. Fra dopo piccola.
Canción de la semana: “Te quiero” (Luis Ramiro)
“Cada vez que respiro se te hincha un pulmón y yo me escondo en los cuadros de tu habitación y cada vez que me muero nos entierran a los dos y si te das por vencida escucha el estribillo que da nombre a esta canción…”
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