Cuando te digo que me muero de ganas por verte lo digo también de verdad. Me muero, se me acaban las fuerzas de pensarte y me vuelvo tan débil que me tengo que acostar a las nueve y treinta y siete minutos de la noche; como ayer. Y entonces te sueño, y las ganas por verte crecen y se expanden hasta que llegan a mis dedos, que me ahorcan poco a poco escribiendo cosas como éstas; como las que llevo dejando pensadas en cualquier papel desde que te conozco. No verte es un suicidio a largo plazo a manos de mis propias manos. Me muero de ganas por verte. Y darte un abrazo. Y pensar que ojalá el tiempo se parase en ese preciso instante. Y no separarme de ti para no tener que volver a morirme de ganas por verte… porque siempre acabo resucitando.
Cuando no te digo nada no lo digo de verdad. Espero, pero en realidad me desespero. Permanezco en silencio y te lo estoy gritando todo; todo… o casi todo. Me hago la despistada y en realidad estoy pendiente de cada uno de tus movimientos, y de los míos, que son mucho más difíciles de controlar. Y busco pacientemente el hueco perfecto para colarme en la pista de aterrizaje, pero siempre intuyo que terminará en accidente y me niego a que alguien tenga que leer en voz alta lo que dice mi caja negra. Así que no arriesgo y me quedo donde estoy… o sí; ni siquiera sé si sigues leyendo esto.
Me dices que me echas de menos y te creo. Me dices que tienes ganas de verme, que no es lo mismo que morirse pero que puede ser estar a un paso del coma, y te creo. A veces no me dices nada y entonces… se me acaba la fe por momentos.
Canción de la semana: “Todavía” (Tiza)
“Ya lo sé que no es fácil a veces hacerme la muerta en tu vida, que si floto por dentro es para recordar que estoy viva… navegando por cada recuerdo, pasando los días contigo a mi lado sin estar a tu lado… todavía”
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