Nadie aplaude; ni cuando suena una bossa ni cuando suena un blues. La novia del cantante lo mira emocionada… enamorada. Las personas enamoradas tienen una sonrisa especial, distinta, inexplicable, mágica. Ella la tiene. Y él también, cuando la mira y se ve incapaz de sostener su mirada, porque si lo hiciese, quizás no sostendría la nota. El pie del cantante se mueve haciendo giros. Todo es tan circular alrededor, que aburre. Círculos y círculos de gente hablando sobre cosas de las que ni siquiera quieren hablar. ¿Psicodélica ha dicho? ¿la música psicodélica? A mí me parece preciosa.
Sentada aquí, habiendo perdido la compostura- porque me da igual si a alguien no le gustan mis zapatillas desgastadas y mis vaqueros anchos- enfrente de ellos, es en el único lugar de este ambiente tan artificial donde creo que ahora mismo no sobro.
Y te busco. Te busco. Te busco. Y no vienes. De un momento a otro rompo a llorar; como siga cantando así y yo siga pensando en ti, rompo a llorar. Los folios del cuaderno quieren pasar página, pero yo no puedo. Ahora se queda solo el pianista y toca un vals precioso. De repente cualquier bossa tiene la letra de aquella que tradujiste.
Sale una mujer con su falda voluptuosa, se sitúa enfrente del escenario, ni siquiera mira dónde está enfocando y saca una foto. Señora, la música suena y se siente, no se puede captar con una cámara, y menos de esa manera. Son las once y sólo tengo hambre de llorar. Sobro en tantas y tantas partes…
Disco de la semana: música de Yann Tiersen… piano piano…