Tiemblo cuando llega esta hora. Tiemblo y a veces me sorprendo a mí misma rezando, orando por dentro. Sé que ésta es la hora en la que puedes aparecer… o no. Es tu hora. A partir de este momento te doy treinta minutos más para que enciendas las luces de emergencia y aparques en línea sobre la zona azul de mi pantalla. Tú siempre tienes tu plaza reservada, y si alguien paga la hora, esa soy yo… por guardarte el sitio, por esperarte siempre un segundo más sin perder la esperanza de que, de repente, aparezcas con el intermitente puesto y me aceleres, me pises el corazón y lo pongas en autopista a las estrellas, a 120 pulsaciones por minuto. Aunque a veces, muchas, la mayoría, ni siquiera pases por dar una vuelta y comprobar que en mi matrícula sigue escrito, de forma implícita, tu nombre… de la misma manera en la que el mío sigue en la tuya.
Abrimos nuestras ventanas de impar en par y nos decimos, te digo, mucho más de lo que nos contamos cuando no hay cristales que nos separen. Es cierto que seguimos, sigo, omitiendo muchas frases, muchas verdades, pero también es cierto que nos decimos, te digo, mucho más de lo que nos hablamos, al menos, por medio de palabras; quizás me equivoco, pero creo que las miradas y las sonrisas suelen delatarnos. No hace falta que nadie me diga que acumulo multas de la policía. Estoy fichada; lo puedo suponer, es de suponer. Y ¿sabes qué? Me da igual. Llenar un espacio que estaba vacío (tú sabes que está vacío desde el principio) no puede ser delito. Lo único que espero es que pronto huyas tú también, porque sabes mejor que nadie que nada te obliga a seguir en esa cárcel.
Me pierdo. A estas horas me pierdo, entre otras cosas, porque has vuelto a no aparecer a la hora. Supongo que hasta que encuentres un par de barrotes más separados, un hueco por el que salir, me toca conformarme con el tiempo dedicado a las visitas, con verte, incluso a través de esta maldita ventana, de manera intermitente, con ser la mejor plaza sobre la que reposar tus luces de emergencia… Y seguiré sin parpadear cada vez que te tenga, con cristal o sin cristal de por medio, enfrente.
Disco de la semana: “La memoria de los peces” (Ismael Serrano)
Canción: Sin ti a mi lado… “A esas horas en las que casi todos engañan a sus amantes, siempre encuentro un buen motivo para asesinarme. Y entre muerte y muerte, miro a la ventana…”