
Llevaba toda la tarde lloviendo sobre Segovia. El color grisáceo del cielo se iba haciendo más intenso a medida que pasaban los minutos, y después de un largo paseo por la muralla llegamos por fin a casa. Durante el camino me protegió con todo el cuidado posible, cubriendo mi cuerpo con su abrigo de plumas y sin dejar siquiera que la gota que avisa de la tormenta rozara mi pálida y delicada piel.
Una vez dentro de su casa me abrazó con ternura, me acarició levemente y comenzó a desnudarme poco a poco; con tranquilidad, mirándome fíjamente y mostrando de vez en cuando su emoción. No hablaba, pero con su forma de levantar su ceja izquierda me devolvió mi extraño saludo.- “Hola mi vida…”- Se podía averiguar cada uno de sus pensamientos – “yo tampoco quería hacerlo… ¿por qué ha tenido que ser así?...”- con sólo sentir la fuerza de su dedo pulgar apretando mi pecho.
Cuando hubo tocado el fondo de mi alma, una gota fría mojó mi boca; leyó en mis labios mis últimas palabras y pude apreciar cómo sintió mis más de mil besos.
Respondió, esta vez en voz alta: “Yo también te querré siempre”. Y para siempre me dejó en el olvido, en un cajón, entre postales de Navidad y fotos de paraísos inalcanzables.
Disco de la semana: todavía es “Todavía” (Tiza)
Canción: A Salvo… “Abrazadita a ti, abrazadita a ti me encuentro a salvo” … sin más.