Ni te veo ni quiero verte. Si te encontrases mi cara de frente ahora mismo sabrías que me estoy colando hasta el fondo de tu vida y, si yo fuese tú, me denunciaría por intromisión en la privacidad. No deberías hablar tan alto cuando hay tanta gente alrededor. Es sólo un consejo; por ti, por mantenerte donde dices que quieres estar, donde cuentas que sólo una de tus compañeras de trabajo (de doce en total) sabe que no estás. Es por ti; no es una manera egoísta de pedirte que no me hagas llorar con la película. Tenía una propia en la cabeza que ya estaba empezando a aguarme los ojos justo cuando te he escuchado, así que ahora, según se van colando entre canciones tristes tus palabras que superan la tristeza, me da auténtica vergüenza saber que en estos momentos podría estar llorando por, ya ves, la triste tristeza de estar enamorada. ¡Qué injusta es la vida! Yo con lágrimas en los ojos por creerme dentro de una cárcel en la que no me dejan sentir, y tú hablando sin que apenas te tiemble la voz, a pesar de saberte fuera de una cárcel dentro de la cual está a quien te gustaría sentir. Yo llorando por una cárcel psíquica y tú firme tras una cárcel física. Lo siento; te escucho y me doy vergüenza. Pero aún así no dejo de pensar en mí, de pensar que tengo algo por dentro que me pone barrotes al corazón y que no es justo, que no puede ser un delito querer. Y de fondo esas malditas canciones que, aunque me hacen temblar, me gustan tanto que soy incapaz de silenciar sus letras y todo lo que me recriminan.
Hay frases que has dicho a lo largo de la historia que parecen tener eco y repetirse durante todo el trayecto mientras continuas explicando lo mal que lo pasaste cuando te dijeron que lo trasladaban a Galicia y el alivio que sentiste cuando te llamó desde Segovia. “Te ciegas. No ves. Tú te ciegas”. Sabías que estaba metido en drogas y que llegaba cada día apestando a alcohol y, sin embargo, le abrías la puerta. Me pregunto si te pegaba...“Yo a mis padres eso no se lo contaba, ¿cómo se lo iba a contar?”. Supongo que ellos ni se imaginaban cómo era en realidad el padre de su futura nieta. “Un día me llamaron de comisaría y ya pensé que era alguna de las movidas que tenía...”. Dices que nunca le preguntabas por ellas, y el por qué le metieron en la cárcel he sido incapaz de escucharlo; supongo que el sonido es capaz de distinguir entre los secretos y los secretísimos y por eso no me ha dejado escucharlo, y en el fondo se lo agradezco. Sigues. “La gente no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde”. Te llama tu hermana y al colgar cuentas que no tienes hambre, que a la hora a la que llegues a casa, te vas directa a la cama. Rectificas. Primero te toca “aguantar el sermón” de tu madre. Tienes una criatura de más de un año y, sin embargo, te toca aguantar el sermón de tu madre. Trabajas en una peluquería, no soportas a tus clientas, especialmente a esa que se lleva a su enfermera hasta la peluquería y luego la pone a parir por ser extranjera, y el sueldo no te da para más que para encontrar un piso en Vallecas, pero tus padres prefieren que te quedes por la zona en la que vives con ellos; no por ti, por la niña, por si se pone mala y tienes que llevarla al hospital corriendo...
Podría seguir; has dicho muchísimas más cosas y yo lo he escuchado todo, lo he visto todo a través del cristal que abarcaba mi fila de asientos y la tuya, la de detrás. ¿Nunca te has fijado en que las carreteras vistas desde esos ventanales son las mejores salas de cine? También he escuchado lo suficiente de lo que has dicho tú; tiene que ser horroroso tener un hijo en la cárcel y saber que es imposible dejar de quererlo, imposible no quererlo con más ganas si es que se puede...
Moncloa. Fin de trayecto. Te miro de reojo y compruebo lo que había pensado... quizás tengas uno, dos como mucho, más que yo... y tú... quizás la edad de mi madre... tirito. Tiemblo. No me gusta que me pongan películas de terror en el autobús. Me dan miedo y me cuesta dormir por la noche. Los documentales de terror me asustan mucho más... podrían pasarme a mí. O a ti. O a ti. O a ti. O a ti. O a ti...
Cruzas la calle y otra vez siento vergüenza de mí misma... mi mente y la música no se van contigo.
Canción de la semana: “Mi paracaídas” (Marwan)“Y ahora dime quién va a ser mi otro cuerpo, mi otra piel, mi equilibrio, mi equipaje y quién será Penélope cuando este tonto se vaya de viaje, quién va a ser mi playa en Madrid... mi próximo verano y mi herida, quién va a ser mi paracaídas...”