He jugado finales para aburrir, y solo en los últimos dos años he ganado cuatro; hasta entonces casi siempre había perdido las que había jugado. Una vez marqué un gol que si se hubiese completado con otro, me habría dado el premio a la jugadora más valiosa entre cerca de 500. Tuve que conformarme con ser la segunda más votada. Quinientas, en número o en letra, son muchas, pero ni siquiera aquello me hizo llorar de emoción. Y antes de ayer, lo conseguisteis. Conseguisteis que a 35 segundos de que el marcador os convirtiese en totales y merecidas aspirantes a ascender, mi piel se convirtiese en gotelé y mis ojos en un grifo tímidamente abierto; como cuando sabes que van a cortar el agua y que no debes abusar de lo que queda acumulado dentro. Y lo único que puedo hacer es daros las gracias. Gracias por hacerme sentir orgullosa de vosotras, por hacerme sentir parte de vosotras.
Sabéis, igual que yo, que ver un partido desde un banquillo no es nada fácil. Hoy puedo decir que más difícil lo es cuando no ha sido una decisión técnica o una lesión lo que te ha dejado ahí, sino que no formas parte de ese equipo y solo estás de delegada. Cumpliendo con un trabajo que sabes que no es el tuyo, ni quieres que sea el tuyo; porque a ti lo que te gustaría, es estar ahí, ayudando en la cancha, que sabes que es tu lugar, pero al que, por una razón u otra, ha sido, y de momento será, imposible llegar. Es difícil. Tremendamente difícil. A veces te gustaría ponerte la camiseta, salir y marcar el gol del empate. Pero te toca repasar las fichas y ser consciente de que la tuya no existe, y tomar apuntes para la crónica y saber que tu nombre no aparecerá escrito por ningún lado.
Supongo que por eso lloré emocionada; porque a lo largo de los tres partidos de este fin de semana para no olvidar, me he visto dentro de cada una de vosotras, y he sentido que, de alguna manera, yo también estaba ahí jugando. Cada vez que os he sentido presionar arriba, con todas vuestras fuerzas; cada vez que os he visto aguantar la mirada a chicas a las que a algunas os sacaban dos cabezas; cada vez que al levantar la vista del cuaderno a la cancha, tras apuntar un gol en contra, he encontrado vuestras cabezas bien altas y a una distancia larga del hueco entre los brazos que deja libre la humillación; cada vez que habéis marcado un gol de churro, uno de estrategia o un golazo; cada vez que he comprobado que cuando una sustituía a otra, el bloque no se descomponía… he sentido que todos estos años de “lucha” (unas veces más que otras), desde los 8 que tenía cuando le dije a mis padres que yo no quería jugar al baloncesto ni al tenis, que a mí lo que me gustaba era el fútbol y que ser una chica no tenía por qué ser impedimento, hasta los 22 que tengo ahora, han merecido la pena.
Durante este fin de semana me he acordado de lo agradecida que estoy a tu tío (Sofi), por haber convencido a mis padres para que me dejasen hacer las pruebas del Quintanar con tu prima, me he acordado de lo solas que nos sentíamos en aquel vestuario al que solo podíamos entrar una vez que todos estaban cambiados, me he acordado de aquel Camygol al que seguramente fui única y precisamente por ser una chica debido a sus extrañas reglas, pero en el que una vez dentro demostré que yo también sabía jugar y marcar goles (y encima valían por tres!). Me he acordado de la confianza que pusieron en mí desde el principio Peiro y Juanjo, a pesar de que yo era “la chica”; de mi año en el banquillo con Toñín y More precisamente por ser “la chica”; de mi salida del fútbol rodeada de chicos y de mi entrada en el fútbol sala… también rodeada de chicos; de aquel año en el que Ladis y Agustín (aunque seguramente ellos no se acuerdan) me enseñaron lo básico del sala y que, gracias a César, terminé en el equipo de un instituto que no era el mío, jugando con personas que sí que eran de las mías… por fin chicas (alguna de ellas erais, aunque no os acordéis y yo tampoco, alguna de vosotras); de mi vuelta al fútbol durante tres años comprobando que en otros países también hay mujeres a las que les gusta este deporte; de los pájaros en mi cabeza que me iban a llevar volando con una beca hasta Estados Unidos y que finalmente regresaron conmigo a España y me dejaron a 100 kilómetros del nido, jugando, por diversión, con el equipo de la facultad más mala de toda la Complutense; de mi año en el segundo equipo del Unami, y de los torneos de colegios mayores junto a mis amigas de la residencia… Me he acordado de todo esto y de toda la paliza que he dado durante este año a los lectores de mis columnas con las 13 azules, que sois vosotras. Y he sentido que cada paso que he dado y cada letra que he escrito ha merecido la pena, porque vosotras habéis demostrado que tenía razón; que poniendo todo el corazón a veces se consigue lo impensable, que, aunque algunos lo pensasen, no era imposible.
Muchísimas gracias a cada una, a Javi, y por supuesto a mi compi de habitación y delegación (para utilleras no tenemos precio!). Me he sentido orgullosa. Me he sentido representada como segoviana y, sobre todo, como persona. Sois un equipazo. Sois un equipazo y estoy segura de que Ferrol no será el lugar donde más lejos habréis llegado. Sois buenas. Creéroslo. Sólo un poquito más. Ya sabéis… mal que tal, este equipo sí que vale. Mientras sigáis muriendo matando, vais a resucitar muchas veces. Estoy segura.
Y a ti… “solo estaba pensando en poder meter un gol mañana y dedicártelo como si fuera el último!”… Y fue el último del fin de semana, y fue un golazo, porque sobre todo te vi marcarlo desde dentro, con el corazón más que con tu zurda mágica. No te rendiste y es así como me gusta verte… luchadora hasta el final. Creo que la fuerza del abrazo que me diste va a tardar tiempo en irse… durante dos minutos me estuvo temblando el cuerpo y fui incapaz de escribir nada. Gracias, Maga. Por cierto, durante los partidos también pensé que otro de mis sueños es poder jugar algún día contigo, tú en la izquierda y yo en la derecha… sé que íbamos a hacer mucho daño… ¿algún día?…
Muchas gracias por llevarme hasta allí; muchas gracias por llegar hasta aquí.
“Tú tira p’alante, vuelo rasante, sonrisa en la boca, ahora lo que toca es disfrutar y nada más (…) Aprovecha la oportunidad de haber nacido para ganar”