Y mira que intento aplastarlas. Las escurro en la cabeza una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez... como una bayeta a la que le queda mucha agua por liberar. Pero siempre me resbalan por la cara, se deslizan por mi cuello, y no sé cómo, consiguen llegar hasta el corazón y pegarse bien fuerte. Y ahí ya sí que es imposible retorcerlas. Tengo el corazón tan duro que se empeña en quererte así y no de otra manera. No puedo. No sé. Y creo que, a veces, tampoco quiero.
Me aprendo de nuevo cada vez, como si la hubiese olvidado la anterior, esa canción de Quique González que siempre hace de banda sonora en tus momentos de desconexión e incomunicación absoluta y me río de mí misma al darme cuenta de que podría cantarla con la boca cerrada... y seguiría sonando. Creo que yo no tengo un pedal de freno. Y si lo tengo, funciona mal; así que perdóname si soy incapaz de retorcer las ganas de escribirte. De escribirte lo que sea. Soy consciente del peligro... y ya me ves. Aquí estoy otra vez. Otra maldita vez. Escribiéndote. No contestes si no quieres, pero no te quemes. Arde conmigo.
Canción de la semana: La fuerza del destino (Mecano- versión del musical)