Nota: Estoy de estreno; esta semana he creado un nuevo blog, Las 13 azules, una especie de obsequio a unas chicas a las que admiro y donde, si os apetece pasaros por allí, encontraréis un poquito de mi faceta “periolística”. Un blog un pelín menos “literario” y más futbolsalero... ¡Por allí os espero!
No sólo te echo de menos por eso. No eres una santa Bárbara cualquiera; aquí trona siempre desde que te fuiste. No sólo te echo de menos porque ahora serías de las pocas personas que me entendería. Que no me llamaría egoísta. Que no me diría que tengo que aclararme. Que tengo que aceptar esto porque es lo que hay. Y se acabó. No sólo te echo de menos por eso y, sin embargo, me acuerdo muchísimo de ti estos días. Creo que sigo sin hacerme a la idea de que te fuiste, y aún pienso de vez en cuando que vas a aparecer por la puerta de casa, o que va a sonar el teléfono y al descolgar va a sonar tu voz llamándome “lechuguina”.
Supongo que te has dado cuenta; las cosas no van bien por aquí. Tener una idea clara de lo que quiero hacer ha resultado ser peor que no saber qué hacer con mi vida, y ahora que no estás tú para apoyarme, me faltan hombros y, a veces, hasta piernas para caminar. A menudo me veo estancada y deseo con todas mis fuerzas que estuvieses aquí para recitarme alguna de tus frases, de esas que alguna vez leíste en cualquier libro escrito por una mujer; alguna de esas frases que pasan página. Seguro que si yo te dijese que lo único que quiero ahora mismo es sentarme delante de una pantalla y llegar a escribir folios y folios hasta completar una novela, te alistarías en mi bando. Siempre fuiste guerrera y siempre guardabas mis artículos. A ti también te gustaba cómo escribía. Yo sé que tú me apoyarías. Podría llegar a ser mujer y escritora. Como las que a ti te gustaban. Y por eso me acuerdo muchísimo de ti estos días, aunque no sólo por eso te eche de menos.
El otro día fui a cortarme el pelo a la Juani. Habló de ti. Habló de ti mucho, pero sobre todo habló de ti y de mí. Me preguntó si seguía escribiendo en El Adelantado. Me contó que tú le llevabas las páginas que yo escribía, y entonces te eché mucho más de menos. Me recordó alguna de tus palabras, de esas que nunca leíste en la Biblia, pero que solías repetir con devoción. Hasta setenta veces siete: “mi nieta”. Me gustó, porque me di cuenta de que aún puedo recordar tu voz sin distorsión y de que en días como hoy solo tengo que hacer memoria y escucharte decir alguna de tus frases, alguna como por ejemplo: “no te preocupes, porque Dios escribe recto con renglones torcidos”.
Disco de la semana: Retales de Carnaval (Nena Daconte)