El silencio levanta la voz para decir tonterías. El silencio me revienta. El silencio me reinventa las palabras que esperan su turno calladas. El silencio no existe si no lo pronuncias tú. El silencio no me importaría si existiesen las miradas; pero últimamente las tienes silenciadas. El silencio se interpone entre tú y yo y genera interferencias. El silencio no me causa indiferencia. El silencio cotorrea y habla y habla y habla y habla. El silencio hace eco. Eco. Eco. Eco. ¿no lo oyes al silencio?
El silencio arde en frío. El silencio congela las llamas. El silencio pierde la pista a la chispa. El silencio derrite las frases que solo esperan ser dichas. El silencio son cubos de hielo deslizando uno a uno por la espalda. El silencio es vaho que no se evapora pero empaña. El silencio es humo; no es nada. El silencio me abrasa, ¿no te quema a ti el silencio?
El silencio es embustero. El silencio descoloca. El silencio es una orden. El silencio es un dictador que me fusila las ganas. De hablarte. De contarte. De escribirte. De llamarte. El silencio no es sincero. Este silencio no es sincero. El silencio es un payaso sin nariz y sin zapatos. El silencio no hace gracia. Este silencio no me hace gracia. El silencio es evidente y, a veces, también invidente ¿no te invalida a ti el silencio?
Canción de la semana: “Desde la almena” (Ana Vázquez... sí, soy yo... estoy egocéntrica...)
“A siete metros de tu coche y a once minutos de verte siento que hay lugares en esta ciudad donde con un pie piso el cielo y con el otro el infierno...”