
Sí, ya sé que estoy hablando como una persona mayor, pero a ti no puedo hablarte de otra manera. Siempre serás menor que yo y eso será lo que te haga especial. Siempre. Y también lo que me haga especial a mí. Aunque a veces te agradecería que no te lo tomases tan en serio y acudieses a la llamada del recreo, porque hay días en los que me haces sentir demasiado pequeñita; a veces eres una parte demasiado grande de mí. No te enfades.
No te puedes imaginar el alivio que fue sentir en mis párpados humedecidos y mi boca abierta que volvías, cuando vi aparecer a aquellos tres señores vestidos con túnicas a los que todo el mundo llamaba Sus Majestades. Me parece increíble que consiguieses colarte en el Alcázar y salieses por la puerta grande, entre luces y voces profundas que anunciaban la llegada de alguien que, sin ser tú, eran tu vivo reflejo. Tuve que mirar a los centenares de caras que había detrás de la mía para asegurarme de que, en efecto, eras tú. Tú sobre una carroza, tú tapada con el envoltorio de un caramelo, tú en las letras alargadas de los gritos, tú en los cinco dedos estirados y en las muñecas siguiendo el compás del péndulo de un reloj acelerado, tú en las sonrisas tirantes y en los ojos estáticos... Tú cuando fuimos la misma. Hace tanto, tanto tiempo ya.
No te puedes imaginar el alivio que fue sentir en las ganas de levantarme al día siguiente, que seguías aquí. Que te habías metido en la cama conmigo y que volvías a darme el calor que te llevaste cuando te buscaste el mejor escondite del mundo; aquel en el que jamás pensé que te fuese a encontrar de nuevo. Me parece alucinante que me hicieses creer de nuevo que era imposible que un solo padre y una sola madre pudiesen cargar con cajas tan grandes. Me encantó que aparecieses en el zoom de la cámara de vídeo y en un mensaje en un sobre, como cuando había cartas de respuesta a las que pocas veces llegamos a mandar. Nunca pensé que volvería a quitar un papel como quien ha perdido los papeles. Nunca pensé que volvería a ser campeona de salto de altura sobre el suelo de una casa, ni pensé que volvería sentir cómo la mañana se enrosca en decenas de tornillos, sin que importe demasiado.
Menudo susto me diste. No lo vuelvas a hacer. No vuelvas a esconderte. No se te ocurra aprovechar una migración de pájaros silvestres para largarte de aquí... Te necesito conmigo. Siempre. ¿Me oyes?
Disco de la semana: Lo que hemos vivido (Despistaos)